Mi calle magneto en Delhi, Bazar Road, en nada se parecía a sí misma cuando era de noche. En la foto superior, de día, y en este fragmento que aquí traigo de mi casi acabado libro, de madrugada. Dice así:
"(...) Finalmente el autobús llegó de vuelta a Delhi, pero no a las 20:00 como estaba previsto sino a las 03:00 del día siguiente. Nos dejó a Haidee, Taj y a mí en un sitio algo alejado, por lo que cogimos un bicitaxi los tres. A continuación viví una de las sensaciones más paralizantes del viaje. Avanzaba el bicitaxi lentamente a lo largo de Bazar Road impulsado por el renqueante pedaleo de un flaco indio cuando la visión de lo que tenía a mi alrededor se volvió de repente cinematográfica. Nada tenía que ver Bazar Road a aquella hora de la madrugada con el bullicio que reinaba durante el día. Era la calma absoluta. Podía ver, de la misma manera que en una película rodada en plano secuencia, cómo dejaba atrás hileras de basura a ambos lados de la calle y cómo aparecían canicas iluminadas en medio de la oscuridad, que resultaron ser ojos de vacas. Había muchísimas vacas tumbadas en lo que parecía el sitio que solían elegir para pasar las noches. Sin embargo no encontré ni un mono, cosa rara. Entre uno de los montones de basura vi que se movía algo y al pasar el bicitaxi lentísimamente justo al lado comprobé que era un hombre mayor examinando meticulosamente una bombilla. Había más gente durmiendo allí, literalmente envuelta entre la basura, la penumbra y la penuria. La música de la escena la ponía el débil pedaleo de la oxidada y chirriosa cadena de la bicicleta. Haidee y yo no nos dijimos nada, sólo mirábamos alrededor con muchísima atención. Taj ya estaba dormido. Finalmente me despedí de la australiana, que casualmente estaba acomodada a pocos metros de mi Hare Krishna GH. Puse fin a aquel día interminable con un pastel de plátano con chocolate, aprovechando que la cocina no cerraba nunca, aun siendo las tres de la mañana. Y bien rico estaba."