09/03/2014

Lección de anatomía


Ayer descubrí una tribu inédita


Ayer descubrí una tribu inédita. Sus gentes nunca habían estado en contacto con la civilización antes. Sucedió así: estaba yo de paseo y me desorienté momentáneamente mientras mi cabeza recordaba las formas tan perfectas de unas rodillas que había visto el día anterior, tan femeninas como poco alemanas dada su finura. Me metí por donde no era y acabé en una pequeña arboleda. Oí voces, me asomé y allí estaba la tribu, detrás del supermercado Netto y al lado de la carretera que bordea Donauwörth. Eran claramente homínidos y su número no sobrepasaba la cantidad de veinte. Se percataron de mi presencia y me capturaron dos hombrecillos de los que me podía haber deshecho sin dificultad dado mi desarrollo muscular. Me contuve y pedí que me llevaran ante el jefe de la tribu, que resultó ser un anciano con una manta marrón que daba a pobre. Pregunté si no tenían algo mejor como representante, pero no me debieron entender bien. Eran todos diminutos y ninguno sobrepasaba el metro de altura. Mientras el anciano hablaba, tres bellas nativas me ofrecieron frutas y flores, que agradecí con un gesto ensayado consistente en bajar los párpados lentamente mientras la cabeza asiente con un movimiento medido. Las tres se enamoraron de mí al instante. Comencé a tomar notas manuscritas de semejante descubrimiento, pues de ellas dependerían los estudios posteriores que otros expertos realizarían. Pude catalogarlos como braquicéfalos, de forma erguida y tono fibroso, si bien dos mujeres al fondo tendían al atocinamiento. Las descarté de la muestra para no alterar los datos recogidos. Me mostraron su agricultura, consistente exclusivamente en habas, y dos cabañas. Conocían el fuego pero no la rueda. En compensación por el buen trato recibido, les di a conocer dos aportes fundamentales para su desarrollo: primero les organicé un detallado calendario válido para los siguientes 300 años sin necesidad de ajuste alguno. Después les hablé de Velázquez, aunque la mayoría de ellos todavía seguía preguntándome cosas del calendario, que parecían no acabar de comprender nunca, ni siquiera los más aventajados. Aquella gente tenía las entendederas muy cerradas, pero sin embargo eran muy aptos para la generación de bellas melodías. Me regalaron un #:*%ç, como ellos lo denominaban, similar a una bandurria pero con una decoración floral. Observé que no contaba con chamán alguno y les informé de las ventajas de tener un chamán, Me ofrecí a ello si lo consideraban oportuno. A media tarde me despedí de ellos. Quizá vuelva pronto algún día.