Matisse (1869 - 1954) sujetando un palo. En realidad es más que un palo, es una pasión que sostiene con energía bajo cualquier tipo de condiciones. En la línea de Peter Beard: "I will write until I die". El palo está apuntando hacia arriba, claro. La inspiración muestra el camino, pero se debe volar y mirar fuera de la caja para alcanzarlo. Muy simbólico todo.
Poco después de esta imagen, Matisse acudió al doctor L. y tuvo lugar la siguiente conversación:
Matisse: Buenos días, doctor.
Doctor: ¡Matisse!
Evidentemente la conversación transcurrió íntegramente en francés. El lector puede añadir mentalmente la entonación y música de fondo francesas que prefiera. El acento francés del doctor es realmente marcado. A partir de ahora Matisse será "M" y el doctor L. será "D".
D: Adelante. ¡Un honor tenerlo aquí! Lo veo en plena forma -dijo el doctor, continuando la frase para sí mismo "... forma piramidal".
M: Gracias, estoy trabajando intensamente en mi forma corporal y, como ve, he hecho grandes avances.
D: Magnifique! Dígame, ¿qué le trae por aquí?
M: Verá, he estado jugando con libélulas y...
D: ¡Libélulas! -exclamó el doctor, abriendo los ojos expresivamente.
M: Y...
D: ¿Y?
M: Doctor, ¿las libélulas pican?
D: Oh, eso depende.
M: Una libélula ha estado revoloteando por el estudio y creo que me ha picado. Mire, mire el picotazo. Aún está el aguijón.
D: No se preocupe; ha acudido usted a un experto. Estudié la especialidad de libélulas en la facultad. ¿Ve allí el título? -dijo el doctor volviendo la vista a un título universitario colgado de la pared.
M: ¿Aquel? -preguntó Matisse señalándolo con el palo.
D: Ese mismo. Dígame, ¿qué tipo de libélula era?
M: Qué sé yo, apenas las conozco y no puedo diferenciarlas. Antes no había libélulas por aquí.
D: ¿Algún rasco concreto?
M: Ahora que lo dice... Era una de gran estética. Curvilínea, delicada, bellísima y de sensualidad extrema. Por donde volaba, dejaba un rastro de purpurina y todo lo que tocaba cuando se posaba, aumentaba de valor.
D: ¿Color?
M: Verde. No... ¡azul! Azul verdoso, creo.
D: Interesante, pero la clave podría estar en las patas. ¿Cómo eran?
M: Ah, ya recuerdo más: las patas traseras eran de color naranja. Las patas naranja se posaron sobre el palo naranja. ¡Todo encaja! ¿No serán venenosas? -dijo preocupado.
D: ¿Patas naranja? Jamás vi una libélula así. Debe ser una variedad rarísima o incluso un ejemplar único. Podría tratarse de una especie venida de fuera de la Tierra.
M: ¿Es eso posible? De su exclusividad no hay duda, ciertamente.
D: ¿Nota algún picor o mareos? Podría recetarle un antídoto.
M: Nunca me sentí mejor. Nada de antídotos. Me dan ganas de saltar y volar; el pincel va rapidísimo estos días, como si tuviera vida propia. Mire, mire.
Matisse volvió a coger el palo y adoptando una posición de bailarina, comenzó a pintar sobre las paredes a una velocidad pasmosa y generando dibujos de una categoría sublime.
D: ¡Qué cosas dice! Me ha puesto usted la consulta perdida.
M: ¿Qué es, doctor?
D: Parece un virus, el virus inspirationaris lilius. Aquí le dejo una cura, por si algún día cambia de idea.
Matisse miró con sorpresa el diminuto bote que el doctor había puesto sobre la mesa, que bien parecía un tintero de color verde, y lo guardó en su bolsillo. Por si lasmoscas libélulas.
Después la conversación se alargó un poco más sobre temas de menor interés.
M: Voy a ver si la libélula está todavía allí -dijo saliendo a toda prisa.
D: Au revoir!
Poco después de esta imagen, Matisse acudió al doctor L. y tuvo lugar la siguiente conversación:
Matisse: Buenos días, doctor.
Doctor: ¡Matisse!
Evidentemente la conversación transcurrió íntegramente en francés. El lector puede añadir mentalmente la entonación y música de fondo francesas que prefiera. El acento francés del doctor es realmente marcado. A partir de ahora Matisse será "M" y el doctor L. será "D".
D: Adelante. ¡Un honor tenerlo aquí! Lo veo en plena forma -dijo el doctor, continuando la frase para sí mismo "... forma piramidal".
M: Gracias, estoy trabajando intensamente en mi forma corporal y, como ve, he hecho grandes avances.
D: Magnifique! Dígame, ¿qué le trae por aquí?
M: Verá, he estado jugando con libélulas y...
D: ¡Libélulas! -exclamó el doctor, abriendo los ojos expresivamente.
M: Y...
D: ¿Y?
M: Doctor, ¿las libélulas pican?
D: Oh, eso depende.
M: Una libélula ha estado revoloteando por el estudio y creo que me ha picado. Mire, mire el picotazo. Aún está el aguijón.
D: No se preocupe; ha acudido usted a un experto. Estudié la especialidad de libélulas en la facultad. ¿Ve allí el título? -dijo el doctor volviendo la vista a un título universitario colgado de la pared.
M: ¿Aquel? -preguntó Matisse señalándolo con el palo.
D: Ese mismo. Dígame, ¿qué tipo de libélula era?
M: Qué sé yo, apenas las conozco y no puedo diferenciarlas. Antes no había libélulas por aquí.
D: ¿Algún rasco concreto?
M: Ahora que lo dice... Era una de gran estética. Curvilínea, delicada, bellísima y de sensualidad extrema. Por donde volaba, dejaba un rastro de purpurina y todo lo que tocaba cuando se posaba, aumentaba de valor.
D: ¿Color?
M: Verde. No... ¡azul! Azul verdoso, creo.
D: Interesante, pero la clave podría estar en las patas. ¿Cómo eran?
M: Ah, ya recuerdo más: las patas traseras eran de color naranja. Las patas naranja se posaron sobre el palo naranja. ¡Todo encaja! ¿No serán venenosas? -dijo preocupado.
D: ¿Patas naranja? Jamás vi una libélula así. Debe ser una variedad rarísima o incluso un ejemplar único. Podría tratarse de una especie venida de fuera de la Tierra.
M: ¿Es eso posible? De su exclusividad no hay duda, ciertamente.
D: ¿Nota algún picor o mareos? Podría recetarle un antídoto.
M: Nunca me sentí mejor. Nada de antídotos. Me dan ganas de saltar y volar; el pincel va rapidísimo estos días, como si tuviera vida propia. Mire, mire.
Matisse volvió a coger el palo y adoptando una posición de bailarina, comenzó a pintar sobre las paredes a una velocidad pasmosa y generando dibujos de una categoría sublime.
D: ¡Qué cosas dice! Me ha puesto usted la consulta perdida.
M: ¿Qué es, doctor?
D: Parece un virus, el virus inspirationaris lilius. Aquí le dejo una cura, por si algún día cambia de idea.
Matisse miró con sorpresa el diminuto bote que el doctor había puesto sobre la mesa, que bien parecía un tintero de color verde, y lo guardó en su bolsillo. Por si las
Después la conversación se alargó un poco más sobre temas de menor interés.
M: Voy a ver si la libélula está todavía allí -dijo saliendo a toda prisa.
D: Au revoir!