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Comenzando un viaje con mi mochila de 5,3 kg (más el ordenador portátil y la ropa puesta). |
Me alegro enormemente del momento en el que tomé la decisión de optimizar el equipaje del viaje. Ahí empezó un camino en el que iba rebajando gramos de aquí y de allá con el resultado de llegar a una mochila bastante ligera que cambia considerablemente la manera de viajar. Andar por ahí sin el lastre que supone una mochila pesada, por no mencionar una maleta, agiliza todo, disminuye las preocupaciones y además está en armonía con la filosofía de la optimización de la vida en general.
Lejos queda mi primer viaje de larga duración en el que di la vuelta al mundo durante nueve meses con mochila. Antes de salir de casa no veía la manera de meter todo lo que necesitaba (o creía necesitar) en una mochila de 70 litros. ¡70 litros! Además con una segunda mochila para el día a día con la cámara réflex dentro. Después de algunos meses vi que cada vez llevaba menos cosas; la cantidad de ropa había disminuido drásticamente y aumentado la de libros. Al final del viaje sobraba bastante sitio.
Sin embargo ahí solo había aplicado la experiencia de viajar, que ya trajo un buen resultado. Aún faltaba un estudio en profundidad sobre cómo optimizar mucho más el equipaje y llegar a otros niveles. ¿Y cómo se hace eso? La respuesta es analizando cada uno de los objetos por si se puede eliminar o reducir y teniendo una báscula a mano para pesar a nivel de gramos. Cada gramo cuenta. Hacer una lista Excel ayuda muchísimo a tener una visión de dónde va cada gramo y dónde conviene optimizar.
Como al final habrá que tomar decisiones de compromiso es necesario tener claros los objetivos antes de empezar. En mi caso dichos objetivos son:
1. Alcanzar el menor lastre posible para moverse ágilmente.
2. Minimizar las preocupaciones materiales por miedo a pérdida, robo o daño.
Para conseguirlo es fundamental reducir peso, volumen y coste del equipaje.
La mayoría de las mejoras se pueden alcanzar casi instantáneamente y sin sacrificio alguno.
“Optimizar, optimizar, pararse a pensar y optimizar más.”
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El equipaje completo, salvo la mochila. |
Cada uno encontrará su manera y no voy a describir cada detalle. Solo mencionaré algunos puntos relevantes que pudieran ser de utilidad.
Algunas mejoras relevantes:
Dejar en casa la máquina de escribir. Sí, puede que el viaje llegue a ser aburrido y carezca de sentido, pero a cambio se ahorran unos 9 kg. Oh, yes.
Reducir las mochilas, bolsas, fundas, y resto de elementos que guardan otras cosas. Importante: queremos llevar el contenido de las bolsas, no las bolsas en sí. Se puede medir el peso del conjunto de bolsas en un equipaje no optimizado y el porcentaje sobre el peso total es alarmante. Eliminarlas o minimizarlas. Por ejemplo, al llevar demasiados cables acabaremos necesitando una bolsa para los cables. Eso supone un extra que aumenta el peso de manera no proporcional. Si seguimos ese camino, al final necesitaremos una mochila más grande o incluso una maleta con ruedas. Las ruedas y la pesada estructura de las maletas es un peso que no nos sirve de nada pero que provocan un salto considerable en el peso total. Lo recomendable es no tener que recurrir a maletas y lleva una mochila de no más de 700 g. ¿Para qué cargar con mochilas llenas de cremalleras, refuerzos o correas que no hacen más que sumar gramos? Los ecubes para organizar los elementos dentro del equipaje parecen ser una opción muy tentadora a primera vista porque organizan muy bien pero hay que usar con precaución porque son una fuente invisible de añadir peso.
Llevar cuatro fotografías de carné en vez de ocho. No parece que hayamos conseguido un gran progreso aquí, pero es importante para mantener la filosofía de la optimización en cada uno de los detalles. No reduciremos el peso mágicamente de un solo elemento sino que será la suma de muchas optimizaciones pequeñas. En el caso de las fotos se ha reducido un 50%. Fácil imaginarse una reducción así del equipaje en general aplicando esto mismo a cada artículo. Otros ejemplos son la sustitución de por portaminas metálico por uno de plástico, una regla metálica por una de plástico, desodorante de cristal por uno de plástico, etc.
Reducir la toalla. Es uno de los elementos más voluminosos y pesados. Una toalla de ducha normal pesa 300 g mientras que una toalla de microfibra recortada a 64 x 44 cm, solamente 60 g. La reducción del volumen es también increíble.
La ropa se puede reducir no solo en cantidad sino en peso. Una camiseta tipo polo pesa 270 g y no seca fácilmente. Una camisa thai tan solo 90 g y seca rapidísimo. Es tres veces más ligera.
He cambiado la máquina de afeitar (245 g) por cuchillas y espuma (63 g), tan solo la cuarta parte. Sin los cables de la máquina ni de otras cosas que solía llevar, ya no necesito bolsa de cables.
Evitar añadir cosas al equipaje “por si acaso”. Si alguien aplica la filosofía del “por si acaso” debe ser coherente y salir de viaje con la casa entera. O ni salir.
Mejor elementos fácilmente reemplazables. Evitar dependencia y quebraderos de cabeza.
Mi ordenador portátil es un poco viejo ya: 15 pulgadas y 2935 g con el cargador incluido. Ahora hay opciones similares por 1 kg menos que convendría investigar. Es el artículo más pesado y delicado de la mochila pero no lo sacrificaría por nada porque un sueño hecho realidad. ¿Cómo imaginarnos tan solo hace unos años que tendríamos semejante máquina del futuro a nuestro servicio con la que podemos trabajar, crear y comunicarnos, entre otras cosas, en cualquier parte del mundo? No sin mi portátil.
Y así todo.
Cuando salí de casa para mi último viaje, cuando tomé la fotografía que aparece al principio del texto, la mochila pesaba 5,3 kg (más 2,9 kg del ordenador portátil). Es una buena referencia para empezar y se puede reducir bastante más.